“El sistema multitasking a la vanguardia de las negociaciones”
Hace un tiempo atrás vino a verme a mi oficina, Clara. Ella y su marido habían fundado una importante empresa textil y hacía ya muchos años, Clara había quedado sola al frente de la empresa, lidiando con temas comerciales, con la problemática del personal y con temas familiares. En nuestro encuentro vino a consultarme por su proceso sucesorio en la empresa.
Desde que Clara se sentó frente a mí, intuí que su necesidad no era solamente la que explícitamente traía, es decir la de resolver el conflicto de su proceso sucesorio como socia de una empresa que dirigía.
Me llevó varias reuniones, desmenuzar el que divisé como “doble conflicto” de Clara, en tanto empresaria preocupada por el futuro de su empresa pero también en tanto madre, preocupada por el futuro de sus hijos.
Recuerdo que en la medida que Clara hablaba, me detuve varias veces en sus diferentes tonos de voz cuando hablaba de alguno de sus hijos, como también en la tensión de todo su cuerpo cuando el “incierto futuro de la empresa” aparecía amenazante.
El caso de Clara me permitió advertir cuánto nos identificamos las mujeres que somos madres a la hora de desplegar nuestro circuito de múltiples tareas, todas ellas manejadas con la misma convicción, escucha, planificación y eficacia. La “diaria” de Clara no era muy diferente de la mía y sus preocupaciones futuras, menos aún. Acaso la empresa no era un hijo más, a quien Clara quería asegurar su futuro?
No fue difícil comprender lo que Clara estaba sintiendo y pidiendo. Una negociación justa con los futuros actores de la empresa para garantizar su sana subsistencia y, obviamente, la protección de sus hijos y nietos para cobijar a su familia.
El “sistema multitasking” que las mujeres desempeñamos en nuestra vida cotidiana es el que muchas veces nos permite descubrir el enfoque central en una negociación destinada a componer nuevos escenarios.
De nada habría servido asesorar a Clara en el proceso sucesorio interno de su empresa, si en ese proceso no se vislumbraba alguna garantía para sus hijos. Tampoco habría sido sano ni prudente, proteger los ingresos futuros de la familia, si en ello se descuidaba la eficacia de la empresa. Para ello debían distribuirse los liderazgos futuros entre quienes realmente estaban capacitados para desempeñar las tareas (familiares o no).
Desde tiempos inmemoriales la mujer ha desplegado su capacidad múltiple. Hoy, se ha nutrido además, de nuevas herramientas que, combinadas con esa capacidad innata, la ubican en un lugar central para la eficiencia de los procesos que requieren de una verdadera escucha y empatía.
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